jueves, 19 de abril de 2012

Se reía...

Se tiró en el bordillo, a la luz de aquella farola que parpadeaba como queriendo ocultar al mundo lo que había debajo de ella. La Luna le contempló desde la altura y rió, se reía de su inmensa pequeñez, se reía de él, y él, como siempre cogió su botella para mofarse de todo.
Aún con el sabor del último puro entre sus papilas le echó un trago a ese licor de mala muerte para poderse reír, y se rió, se rió de la Luna, y de su inmensa belleza. Se rió de cuántas veces había sido mirada, deseada sin poder hacer nada, se rió de su risa, se rió hasta quedar totalmente agotado, tosiendo y escupiendo algún trozo de comida que le quedaba entre los dientes.
Asomó su botella a la luz, y vio que se estaba acabando, y se reía, se reía solo de pensar en la mala suerte que había tenido la botella por caer en sus manos, se rió luego del frío porque éste competía con él para ver quien era el más odiado.

Se recostó, estaba ya cansado de reír y lloró, lloró porque estaba solo, lloró porque la Luna se reía de él, lloró porque era tan bella que aún siendo admirada nadie la podía tocar, lloró porque estaba agotado y tosiendo, lloró porque ya no le quedaban puros y su botella ya no le proporcionaría más felicidad, lloró porque el frío helaba sus carnes, lloró porque antes...
había reído.

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