lunes, 2 de enero de 2012

Picotea.

No veo del todo bien, pero creo que puedo distinguir ahora mismo una habitación de suelo rojo, paredes rojas y blancas... y un loro, ¿hay un loro? si, creo que hay un loro, pero está suelto en la habitación y eso es muy raro, está volando por el techo de la sala, y ahora baja al suelo y empieza a picotear algo de carne.
Pero... ¿qué ha pasado? Yo lo sé.

Phi es el dueño de ese loro. Hace semanas que Phi se estaba comportando de una manera algo extraña, no rendía en el trabajo, tenía insomnio, estaba pegado al teléfono todo el día, y casi ni atendía al loro, ya ni siquiera le daba de comer a diario.

Nadie sabía lo que le pasaba, excepto yo... bueno, y el otro día también lo supo su loro.

Ese día del que os hablo Phi estaba nervioso, más nervioso que nunca, salió de casa, se reunió conmigo donde lo hacía siempre.
Yo le dije que no le podía dar lo que el andaba buscando, porque ya me debía mucho dinero, pero él, en un arrebato me golpeó, y caí inconsciente.Phi me cogió todo lo que llevaba en los bolsillos y se fue a casa.
Allí, en la sala de estar bajo al atenta mirada del loro ataba un cinturón a su brazo, y se pinchaba una vez más, y el loro inconsciente de la situación reclama la comida que tanto necesitaba.

Phi no podía quedar impune, por lo tanto, cuando me recuperé de mi golpe fui a su casa, abrí la puerta de un golpe.... y allí estaba él, semi-inconsciente de tanta droga que se había metido, me acerque a él y le pegué con un jarrón, el se tambaleó y cayó tan cerca de la jaula del loro que ésta le acompañó en su caída y se abrió, dejando libre al loro, que se quedó observando al escena.
Phi sangraba, pero a mi me daba igual, cogí una silla y lo golpeé sin cesar, hasta que ya parecía solo un amasijo de carne.

Y una semana más tarde  su sala de estar blanca, ahora se ha teñido de rojo sangre. Nadie le echa de menos, ni siquiera su loro, que ha decidido tomar venganza y picotear su carne hasta saciar su hambre, ese hambre que tanto tenía por culpa de Phi.

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